Toki Chan 時ちゃん

   Todos hemos encontrado en nuestro camino gente que nos ha impactado. Quizás hemos pensado “me encantaría ser como esta persona”. Para mí ésa es Toki chan, apelativo cariñoso de Tokiko, apellido Sato, de 93 años y una de nuestras vecinas en Magome, barrio de Tokyo. A cinco minutos caminando estaba su sencilla casa de dos pisos, con jardín trasero y la acera de la calle llena de macetas de todas clases. Toki chan era una amante de la jardinería. Cada semana venía al Rosario, con flores para nuestra capilla.




   De familia protestante, se convirtió al catolicismo, se casó con un no cristiano de corazón tan grande como ella y tuvieron tres hijos. A pesar de su precaria situación económica, su hija estudió una carrera profesional y sus dos hijos fueron a la mejor universidad de Tokyo. Ambos padres trabajaban y en su tiempo libre Toki chan ayudaba a familias más pobres que ellos y su esposo iba al karaoke. Vivieron la Segunda Guerra Mundial ella trabajando y cuidando a sus hijos, él en la Marina. Tres de sus barcos naufragaron y él sobrevivió las tres veces. Las peripecias que ambos pasaron eran dignas de un libro. Lo peculiar de los Sato es que nunca nos trataron como extranjeras sino como parte de la familia. De hecho, cuando el marido falleció hace dos años, en el funeral sólo estaba la familia y nosotras misioneras.



   Hubo un tiempo en que Toki chan contrajo lumbalgia. Yo le hacía la compra, los recados, limpiaba la casa y ella como podía hacía la comida. Esta experiencia me llevó a conocerla más y darme cuenta de su calidad humana y cristiana. Era una persona con la que disfrutabas estar. Su risa era contagiosa, tenía un fino sentido del humor y a pesar de todas las penurias por las que pasó nunca oí una palabra ácida en su boca. Nunca hablaba mal de nadie, y siempre tenía una palabra de ánimo para el que se lo pasaba mal. Una vez estábamos muy preocupadas por una situación. Toki chan se enteró, preparó comida, nos la trajo a casa y estuvo con nosotras hasta que pudimos resolver el problema. Es la respuesta pragmática de los sencillos: sufrir con el que sufre.




  
 Actualmente Toki chan vive en Niigata, en la costa del mar de Japón, con su hija mayor. Como no puede caminar debido a la artrosis, su tiempo lo utiliza tejiendo calcetines para los menos pudientes, nosotras incluídas. Hace unos meses fuimos a verla y seguía con el mismo humor, generosidad, actitud positiva ante la vida, sencillez y espíritu trabajador. La foto que aparece en el artículo, la tengo en la pantalla del móvil y en el whatsapp. Toda la gente que la ve me pregunta si es familiar mío. Yo con mucho orgullo digo que sí porque es lo que de corazón Dios nos ha hecho: familia.   Gracias a todos.

Comentarios

Entradas populares